jueves, 25 de junio de 2009

¡Brrrr!

La semana pasada me tocó visitar Arequipa. ¡Pasu Machu! ¡Qué frío! Cada que voy a la sierra del Perú me pasa lo mismo: ¡me congelo! Los hoteles no tienen calefacción, los restaurantes y las oficinas tampoco. Y si eso pasa en los ambientes ejecutivos, qué no pasará en las casas de los pobres.

Mientras tiritaba calato antes de entrar a la ducha pensaba en los cientos de niños que mueren por el frío cada invierno en el sur del Perú. ¡Quién diablos nos dijo que el frío hay que aguantarlo a punta de casacas y frazadas con llamitas! Quienes hemos vivido en zonas frías sabemos que aunque afuera esté nevando o granizando, dentro de la casa o la oficina se puede estar en manga de camisa y con las patas al aire.

Pero aquí todos los años pasa lo mismo; cómo si no supiéramos que el invierno llega siempre en la misma fecha: viene el frío, mata cientos de niños y empiezan las colectas de frazadas y casacas que algún corrupto termina vendiendo en algún kiosko de mercado puneño. Y todos los años pasará lo mismo mientras no nos decidamos a impulsar una solución definitiva: el desarrollo de una cultura de calefacción.

¿Imposible? No lo creo. Hay 3 nuevos factores que hacen posible creer en una solución definitiva: nuevas energías, nuevas tecnologías y estabilidad económica.

Hoy el Perú tiene gas y -entiendo yo- hay un gasoducto en proceso para llevarlo a la zona sur. Entonces los hogares de las ciudades tendrán gas barato; pero además hoy tenemos nuevas fuentes de energía, principalmente la energía solar. Con equipos solares se puede calefaccionar casitas aisladas en las punas más lejanas.

Mis amigos de Entelin, empresa líder en el tema solar -a todo esto, fundada por un peruano- me contaban que existen soluciones de bajísima tecnología como el llamado muro Trombe, que puede añadir 12°C a la temperatura interior de una casita pobre por menos de lo que cuesta una sola frazada de llamitas. (En Youtube hay varios videos de cómo hacerlos uno mismo).

Los muros Trombe son conocidos por el Estado e incluso parece que hay una ley para fomentar su uso, pero se ha hecho poco. Y bueno, si esperamos que el Estado solucione el problema, pues mejor vayamos juntando casacas y frazadas para la colecta del 2010.

Aquí las llamadas a solucionar esto son las empresas privadas relacionadas al tema, que aprovechando la estabilidad económica deberían atreverse a desarrollar este mercado tan virgen, con una necesidad tan pero tan enorme.

De su lado -más que derivar grandes recursos a curar enfermos cada año- el Estado podría darles subsidios, exoneraciones de impuestos, leyes y esas cosas; pero al final son las empresas las que tendrán que desarrollar ese gran mercado, saliendo a vender soluciones accesibles y a convencer a toda esa gente de que el frío es malo, que el frío mata, y que se debe y -con muy poquita plata- se puede, mantenerlo fuera de las casas y lejos de los niños.

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