viernes, 30 de septiembre de 2005

Querida Publicidad.

En Estados Unidos, un TIVO cuesta US$50 y el servicio US$13 mensuales. En esencia, un TIVO (desde 1999) es un betamax del tercer milenio: un enorme disco duro capaz de grabar 300 horas de video, con un cerebro muy inteligente que te permite bajar lo que grabaste a tu computadora, o ver una película grabada en el living mientras los niños ven otra en su habitación.

Lo más importante para nosotros es que con un TIVO puedes saltarte las tandas comerciales. Como lo lee: chau comerciales, 100% programación.

¡Caramba! ¿Y ahora de qué vamos a vivir? La industria publicitaria ensayó mil explicaciones y la prensa especializada lanzó mil especulaciones. Ninguna achuntó con lo que realmente pasó con el aparatito.

Para empezar, la “odiada” publicidad no cayó. Más bien, una de las ramas de la industria se disparó: el Product Placement. El PP se especializa en insertar contenido comercial dentro de la programación. Es responsable de que los personajes de su película tomen Coca-Cola y no agua; que cuando mandan un e-mail usen una laptop Apple, y es culpable de que el correo ya no lo traiga el cartero, sino un carrito de DHL. “A ver TIVO, cómo borras la botella de yogur que puse en la mesa de Everybody loves Raymond, ah?”.

El espacio dentro de las películas y programas de TV se vende hace años: la ropa que se usa en Friends, los cereales que come Seinfeld, el teléfono celular que usan en CSI… El tequila está de moda porque Hollywood toma shots. Y si ya no dan Miami Vice es seguramente porque al Dade County se le acabó el presupuesto. Nada es gratuito en la pantalla.

En Lima hace unos años pasamos de simplemente colocar el producto en la secuencia a insertar la marca en el argumento: recuerdo muy bien como muchas veces usamos la bodeguita de 1000 Oficios para que el bodeguero informara a sus clientes –y a los de nuestros- de la existencia de una promoción; y como en la peluquería del barrio promovíamos varios productos de belleza.

Volviendo al TIVO, pues hasta ahora no ha sido el boom esperado. Seguramente, hay mucha gente como yo que entre decenas de canales de cable y la www tengo más información de la que puedo digerir. Por otro lado, la función esa de saltarse la publicidad, una de las más explotadas en su lanzamiento, poco a poco ha ido desapareciendo, porque resulta que –oh sorpresa- a la mayoría de las personas le gusta ver la “odiada” publicidad: la consideran una manera de mantenerse al día, de informarse respecto a cómo mejorar su calidad de vida y -si la creatividad es buena- hasta de entretenerse. Querida Publicidad… mira tu.

lunes, 5 de septiembre de 2005

Fan de McCann.

El 1ro de septiembre se cumplieron 20 años desde que entré como Redactor Jr. a McCann Erickson, así que -disculpe lector- pero la columna de hoy va dedicada a mi agencia.

McCann, la agencia más grande del mundo (207 oficinas, 133 países, #1 en facturación) tuvo en realidad 2 nacimientos: en 1902, Alfred Erickson funda su agencia y en 1912, Harrison K. McCann forma la suya, con el célebre slogan: Truth Well Told.

H.K. era Jefe de Publicidad de Rockefeller cuando la ley antimonopolio disolvió la Standard Oil y tuvo la oportunidad de abrir su agencia. Poco a poco abrió oficinas donde la ESSO -su primer cliente- abría las suyas y así fue creando la primera trasnacional publicitaria. Vaya al país que vaya, encontrará que McCann fue una de las primeras agencias en establecerse. Pequeño detalle: no habían publicistas. ¡Pues a crearlos! En cualquier ciudad encontrará reputados publicitarios y marketeros que aprendieron el negocio en McCann y que la llaman cariñosamente “La Escuela”.

Algunas redes de agencias se forman con asociaciones que consisten en colgar un logo en la puerta; la red de McCann es propia y funciona como tal desde antes del télex. La globalidad está en el ADN de la agencia y sus empleados, responden al instante a cualquier pedido de ayuda de cualquier oficina del mundo, en un tácito “hoy por ti, mañana por mi”.

En ese espíritu, los Clientes no sólo salen de USA, también llegan del resto del mundo a la red. Un ejemplo clásico: la joven oficina de Río de Janeiro, allá en los años 40, ganó una cuentita prometedora… Coca-Cola.

H.K. fue un tipo genial. Hoy todos descubren la “comunicación total”, “360°”, “comunicación integrada”… Todo eso puede leerse –textualmente- en los memos que Mr. McCann circulaba en los años 20. Su espíritu innovador persiste en esta compañía que dedica enormes recursos a desarrollar mejores técnicas para la comunicación, esfuerzo del que nace el “Demand Chain”, flamante set de herramientas con el que hoy ayudamos a nuestros clientes a activar su demanda.

En los 60’s McCann creó el primer holding de agencias: Interpublic Group of Companies, hoy propietaria de Lowe, FCB y casi 100 agencias más. En los 90’s creó el Worldgroup, su propio grupo dentro del grupo, con empresas dedicadas a publicidad, marketing relacional, branding, eventos, medios y prensa. Y el equipo sigue trabajando, rediseñando y repensando el futuro de esta enorme y dinámica empresa, como si apenas hubiera nacido ayer.

Como toda empresa exitosa, el secreto está en su gente. En todo este tiempo, sólo he visto 2 tipos de personas que no cuadran con McCann: los que creen que no tienen nada que aprender y los que demuestran que no tienen nada que aportar. Estos 20 años en McCann han sido un maravilloso viaje de descubrimiento, desarrollo y aprendizaje, de codearse con líderes publicitarios increíbles y maravillosos Clientes de los que siempre pude sacar alguna lección valiosa y una buena amistad.

¿Se nota? Soy un fan de McCann. Y esa, es mi Verdad Bien Dicha.