martes, 19 de agosto de 2008

Y además, cocina.

La diferencia entre Gastón Acurio y otros respetables representantes de la culinaria peruana no está en sus recetas, ni en su programa de televisión; la diferencia está en que Gastón tiene una visión.

Todo lo que cocina Gastón lleva ese ingrediente secreto: su simple, soñadora, inspiradora y atractiva visión: “Internacionalizar la Gastronomía Peruana”.
Punto. Tan simple como las visiones de las grandes marcas del mundo. Estas 4 palabras convierten cada creación gastronómica, cada apertura de un nuevo local, cada servicio a un cliente, en parte de una cruzada.

¿Cuántas “Visiones” ha visto en las paredes de oficinas, tan largas, complejas y genéricas que ni los propios gerentes las recuerdan? Están colgadas ahí, al costado del extintor y la licencia de funcionamiento.

Gaston

La visión de Gastón es tan fácil que todos sus colaboradores, proveedores y socios la aprenden, la entienden y la hacen suya. “Mi gente tiene la mística del samurai, del militar. Está a la conquista y va a morir en la lucha. No se trata de ganar un dólar más o tumbarse a la competencia: se trata de internacionalizar la comida del Perú” - dice. Y esa mística se siente en su Taller de Barranco y en sus restaurantes.

Para alcanzar esa visión se ha propuesto sacar la comida peruana del huarique y llevarla al lugar más alto de la oferta gastronómica de cada país, ponerla de tú a tú con la oferta más gourmet del lugar. Astrid y Gastón y La Mar son sus buques insignia, los encargados de plantar la bandera culinaria peruana en la calle más elegante y cara de cualquier ciudad a la que lleguen. Cuando estos embajadores abran el mercado, crearán un espacio para ofertas más masivas, como la sanguchería, el chifa o la anticuchería.

Lo han logrado ya en todas las capitales de la región y en Madrid. Ahora van por la ciudad americana con mayor reputación gourmet: San Francisco. Allí eligieron la zona de los peers -y entre todos ellos el peer donde están los mejores restaurantes- para abrir un La Mar de US$8 millones. Inmediatamente abrirán otro en Nueva York, y ya están desarrollando un restaurante en un lugar icónico de Londres que requerirá una inversión de 16 millones de euros.
En simultáneo con ese, otro en Dubai sembrará la visión de Gastón en el Medio Oriente.

Hablar con Gastón significa escuchar la palabra “visión” una y otra vez. ¿Monotemático? ¡Enfocadísimo! -diría yo. Todo lo que hace está alineado a su visión. Los productos que vende en sus tiendas son los productos que los supermercados del mundo necesitarán en el futuro. La Escuela de Ventanilla es -además de una obra social- la fuente de profesionales que un planeta consumidor de comida peruana necesitará. Sus marcas (Pasqualle, Panchita, Tanta...) son las que un mundo ávido de sabor peruano buscará en sus ciudades.

Incluso el éxito de su competencia ayuda a su visión: “Cuando Segundo Muelle abrió en México justo al frente de nosotros y vi que su restaurante también estaba lleno, me sentí feliz. Yo sé que no puedo alcanzar mi visión solo; necesito la colaboración de todos los que puedan ayudar”.

Así como hay decenas de restaurantes italianos en Lima, Gastón imagina decenas de restaurantes peruanos en cada ciudad del mundo; él quiere que cuando pregunten ¿Qué les provoca comer hoy? las personas también puedan contestar “comida peruana”.

Cuando salí del Taller de Barranco, pensé: ¡Caramba! ¡Si eso enseñan en las escuelas de chefs, quizás debieran enseñar algo de cocina en las escuelas de negocios!

El No-Marketing Político

A los políticos como que les está faltando un poco de Marketing, digo yo. Cómo que no están tomando para nada en cuenta a su consumidor.

Miremos a Jorge del Castillo, que tiene sus oficinas tan lejos de su público. Todos esos pobres mineros, las madres del vaso de leche, los de los sindicatos... tienen que atravesarse todo Lima para venir a protestar a Miraflores. ¿No debería mudarse el Premier un poco más cerca de su consumidor? ¿O abrir una sucursal para que protesten en sus barrios?

Le juro que los miraflorinos lo etrañaremos, pero aceptamos que se marche, porque cada marcha nos crea un caos.

Y hablando de caos, paso a los alcaldes, que no se en qué están pensando, pero no en nosotros, ni en nuestras necesidades.

Porque Castañeda nos quitó los buses que daban servicio en el Zanjón, los desvió por todos los barrios de Lima -añadiendo caos al caos- y nos dejó el carril central con una pista nuevecita pero que nadie puede usar. “Ooops! Se me olvidaron los buses!” “Ooops! Se me olvidaron los paraderos”. ¿No debería alguien ir poniéndole jardincito, o devolviendo las palmeritas que se llevaron? Por lo menos, si ya metió la pata, barájela un poquito pues... ¿En qué habrá estado pensando? Quizás en tener su propio Tren Eléctrico.

Zanjón

¿Y para qué se ha puesto a romper todo Lima, me pregunto? ¿Qué vamos a ganar los limeños cuando todo esto termine? Nada. No está agregando un sólo carril ni un sólo by-pass a la ciudad. Cuando esto termine (si termina) la Av. Arequipa estará igualita que como estaba cuando Leguía la inauguró en los 20s. El tráfico seguirá igual de congestionado, solo que la calle no va a tener huecos por un tiempo más. Es decir, todo este alboroto es para tener lo que ya teníamos hace un siglo. Plop!

Pero seamos justos, proporcionalmente, Masías en Miraflores es mucho peor. ¿Decidió terminar su carrera política para siempre? La República de Panamá lleva meses cerrada sólo para “arreglarle” la mitad. ¿Y Berlín? Hizo quebrar a los que tenían sus negocios allí... ¿sólo para asfaltar?! Vamos... Felizmente no está a cargo de Lima, digo.

¿Y las verdaderas necesidades viales del consumidor? ¿Qué piensan hacer para solucionar la salida del Zanjón a Canaval y Moreira? ¿Cuál es el plan para la salida del Zanjón a Javier Prado? ¿Cuándo van a hacer un by-pass en Petit Thouars/Camino Real y Javier Prado? ¿O entre Aviación y Primavera? ¿Cuánto costaría? ¿Por qué no se hacen? Marketing es satisfacer las necesidades de la gente y no sus caprichos personales.

El 2010 le pedirán a sus marketeros y publicistas una estrategia mágica, una gran campaña para que la gente olvide sus tremendas ineficiencias y vote nuevamente por ellos; pero lo que sus asesores deberían contestarles -si es que son honestos- es que el Marketing tiene una ley: lo único que no se puede vender es un producto que ya todo el mundo sabe que es pésimo.


Nota: Hace unos meses, impresionado por el Parque de la Reserva, escribí un artículo en el que comprometí mi voto por Castañeda en una próxima elección. Hoy, igualmente impresionado por lo mal que viene manejando el tema del tráfico y las revisiones técnicas, se lo retiro.