miércoles, 22 de febrero de 2006

Cuando éramos “Socios”.

Creo que el concepto “Cliente” está desapareciendo. Mutando, por lo menos. ¿Para dónde va la cosa?

Tengo grabada (en la memoria, todavía no estábamos en onda vladivideo) mi primera reunión con Coca-Cola: “McCann no es nuestro proveedor, es nuestro Socio”. Y era cierto. Había entre ambas empresas una relación a largo plazo, una cultura de aprendizaje, un compromiso de crecimiento mutuo.

Creo que el concepto “Cliente” está desapareciendo. Mutando, por lo menos. ¿Para dónde va la cosa?

Tengo grabada (en la memoria, todavía no estábamos en onda vladivideo) mi primera reunión con Coca-Cola: “McCann no es nuestro proveedor, es nuestro Socio”. Y era cierto. Había entre ambas empresas una relación a largo plazo, una cultura de aprendizaje, un compromiso de crecimiento mutuo.

Eso ya había cambiado para la última vez que fui al HQ de Coca-Cola en Atlanta; en la época de Zymann las agencias eran proveedores, y sus “boys” te lo dejaban clarito: “tenemos 35 agencias, sólo para la marca Coca-Cola, sólo en USA”. O sea: ubícate cholito.

Pensé que lo de Atlanta era producto de algo verdaderamente importante: una bronca entre Chairmans por algún partido de golf o algo así. No adiviné entonces que se trataba de una tendencia, el inicio de un periodo en el que todo sería sacrificable en pos de mejores resultados y menores costos. Empezando por esos “Socios”.

¡Cómo he pataleado cuando me tocó vivirlo! A mi me gustaba ser Socio con mayúscula, sonaba más bonito que ser “proveedor” en puras minúsculas. Pero pasada la pataleta entendí que en su lugar… haría lo mismo. El mundo cambió y es –nos guste o no- mucho más pragmático. Nadie está para lujos.

Hoy, también en el Perú, las agencias son sólo proveedores en un negocio bastante comoditizado. Y como proveedores no tenemos Clientes –en el antiguo sentido de la palabra- tenemos proyectos. Y por ahí va la cosa.

Hace un par de años Telefónica implantó un sistema en el que nosotros -los proveedores- teníamos que pagar por inscribirnos: pagar por el privilegio de atenderlos! En ese sistema, se licitaban los proyectos. Olvídate de lo talentoso que eres, de cuánto conoces mi marca… cuánto cuesta.

Y si eso sonaba a castigo, ahora experimentan con un up-grade que eleva el sistema a nivel de tortura: La Puja. Es una especie de e-bay de proyectos, en el que uno tiene 30 minutos para mejorar la oferta de sus competidores, y si lo logras, tus competidores tienen 30 minutos para mejorar la tuya, y sigue, y sigue… Hace poco la imprenta de un amigo perdió en La Puja un proyecto editorial que manejaba hace años; se lo llevó una imprentita nueva. ¿Lo hará bien? Ya se verá… Lo importante es que fue 20% más barata.

¿La Puja? ¡La Pucha! ¿Se imaginan ahorrar 20% en todas las compras de una corporación global de un porrazo? Esto inevitablemente se va a esparcir como un virus entre las corporaciones.

Así que agárrense colegas proveedores ex–Socios: pasamos de la época de los Clientes a la de los proyectos.

Para allá va la cosa.

lunes, 13 de febrero de 2006

El Péndulo Romántico.

Cuando me enamoré de Jessica (1981) los hombres teníamos pocas opciones para demostrar nuestro amor sin caer en lo que ante tus patas era una mariconada o lo que para la misma chica hubiera sido una huachafería. Regalabas una flor o un peluche. Y si estabas parado, una plaquita o una invitación a salir. Para de contar.

¿Tarjetas de San Valentín? Una gringada de pésimo gusto, pues! ¿Qué machazo limeño podía darle una tarjeta llena de corazoncitos a su “hembrita”? ¡Ni hablar! ¿Y si se enteraban en el barrio? ¡Que papelón!

El romanticismo-duro era cosa de la época de mis papás, que bailaban tango y cheek to cheek al estilo de Ginger y Fred. En nuestra época entre Woodstock y Saturday Night, si bien existían los lentos de Bread, la cosa era distinta. No es que uno no se convirtiera en un verdadero baboso, como yo ante Jessica, pero incluso los enamorados con mayores problemas de retención salival teníamos una imagen que guardar.

Hace poco, mi hija me contó que en su colegio, un chico había conseguido que sus amigos lo ayudaran a desplegar, en plena actuación, delante de todos los alumnos del plantel, un letrero que decía “Te Amo Verónica”. (¡Que roche, Dios mío! Yo hubiera preferido ahorcarme delante de toda la escuela. Igual hubiera muerto socialmente).

Mi sobrina Daniela nos contó que un día regresó a su casa y encontró que su enamorado había llenado su habitación de pétalos de rosas y globos rojos.

Mi cuñadita Christie estuvo “andando” con un chico durante unas semanas, hasta que al mes exacto del día en que se conocieron, él la invitó a una cena. Y de pronto Christie se encontró con todo lo que le había confesado durante esas semanas: todo decorado de su color favorito, su música favorita estaba sonando, su comida y bebida favoritas estaban servidas y por supuesto había un regalo de su mascota favorita: Hello Kitty. Johann, que así se llama el genial pretendiente, montó el escenario perfecto para una declaración a la que tuvieron que decirle que sí.

Estos episodios hiper-románticos pasando tan cerca a mi, me hicieron pensar que quizás el péndulo del romance esté de vuelta. Me reuní con un grupo de adolescentes, les conté las 3 historias y esperé a ver su reacción. Para mi sorpresa, a todos les parecieron ideas de lo más “cool”.

Mientras tanto, en nuestras pantallas, todos los comerciales dirigidos a adolescentes los retratan mono-dimensionalmente, como “freaks” y “extremos”. Me queda claro que hoy una cosa no quita la otra, y que los publicistas tenemos que atrevernos a apelar a otras emociones.

Como, añadir al final de tu columna: Feliz Día Jessica! Te quiero mucho!

lunes, 6 de febrero de 2006

De Pe-culiaridades. (Inédita)

La globalización hace que los mercados sean cada vez más parecidos en las grandes líneas, pero de una manera u otra, los países se las ingenian para preservar características que los mantienen únicos. Detectar esas peculiaridades es importantísimo para el hombre de marketing pues allí se esconden oportunidades para las marcas. Ejemplos: los chilenos son adictos a la mayonesa, los ecuatorianos se odian entre serranos y costeños, etc.

En Perú por ejemplo, cualquier gringo que venga a manejar una marca tendrá que entender nuestro fanatismo por la comida. No es sólo que nos guste comer bien, adoramos el tema! Hablamos todo el día de comida. Incluso mientras estamos comiendo! Hablamos de cómo se hace, de quién la hace, de dónde se hace.

Y no sé si lo ha notado, pero tenemos la extraña manía de hablar de la post-comida. Del resultado gástrico. A ver… cómo decirlo en buen cristiano… hablamos bastante de nuestras cacas.

Ponga atención a cualquier reunión de peruanos y no faltará quien comente que está “mal del estómago”, que “algo le cayó pesado” o que “está dedicado al viril deporte del ciclismo” (anda con ‘la bicicleta"). Y los que son explícitos –sin ninguna vergüenza- describen frecuencias, texturas, colores y otros detalles “caquísticos”.

En serio! Hablamos de cacas, que no es lo mismo que andar hablando ‘cacas’. ¡Es un tema supremamente importante para todos nosotros! ¿Por qué? Quizás se deba a nuestra gran afición a la culi… naria, digo yo.

Claro, porque si estás con la “guacha floja” no puedes comer bien! Y si no puedes comer bien en el Perú, pues eres un excluido social: nada más triste que alguien hablando de dietitas de pollo y galletitas de soda; pobrecito, no?

Volviendo al mercado, ¿no es esta una tremenda oportunidad para los laboratorios? (¡O para los detergentes!)

Yo tengo una persona cercana (mantengámoslo anónimo) que sufre unas diarreas espantosas y frecuentes. La ciencia no ha podido hacer nada por él. Pero él ha descubierto la cura, saben en donde: en el Pisco! Cuando está “malito” se mete un par de acholados y al día siguiente… como nuevo!

¿Y si resulta que, así como el vino chileno tiene sus “taninos” que hacen que una copita al día sea buena para el corazón, el Pisco peruano tiene sus “corchinos” que detienen cualquier diarrea? Para la presión: un wiskicito. Para las fugas de presión: un pisquito! ¿Y si uno al día resulta preventivo? ¡Disparamos el consumo!

Ahí les dejo esta pe-culiaridad (con “pe” de Perú y el resto...). Que el Consejo del Pisco invierta en research.

Para terminar, algo escuchado en casa de unos amigos:
- Amor… ¿Hiciste cafecito?
- No, todavía hice ‘verdecito’, pero ya estoy mejorando!